martes, 30 de marzo de 2010

Regreso.

Casi dos meses fuera de mi rutina, fuera del estresante ambiente y dentro de mis incertidumbres por desafiar. Estuve de viaje, alejado de lo que me cause resentimiento y cerca de aquellos que no se me olvidaban y a los cuales tenía que poner un parche. Emprendí el viaje una vez acabadas las actividades que me mantienen colgado de algo que quiza desconozca profundamente. Fue un viaje con un destino conocido, un destino que me conoce, un lugar donde mis emociones nacieron y vuelven a morir, que me hace recordar cuan bien me trata y extraña. Estuve lejos, me fui lejos.

Algunos días buenos, algunos días malos, algunos días con sorpresas algunos tenían su matiz rutinario. Me hicieron olvidar lo que conocí en mi rutina, me hicieron desconocer mis malas costumbres (usar el msn, escribir en mi blog, ver fotos en el facebook y algunas veces ver videos). Volví a ver rostros conocidos y me los volví a presentar, rostros con buenos recuerdos, y con los que compartí buenos momentos ayer y cuando estuve con ellos, rostros que escucharon y fueron enronchados con orejas... Otros rostros me sorprendieron me abrieron y cerraron los ojos, rostros que ignoré y rostros que busqué en vivo lo que manifestaban sus fotos. Y voces que mi celular no había captado ni transmitido y que mi dependencia al "cel" buscaba conectarse. Tambien voces que ya había escuchado y que son constantes en las noches...

Sin embargo, estos días tenían que terminar. Mi regreso ya estaba planeado, con algo de duda, pero una noticia aceleró y concretó la decisión de viajar, de regresar. Una noche, una de las voces de la que es suave, bromista y triste a la vez, llamo avisando que era urgente lo que tenía que hacer --tomarme las fotos para el carné universitario--, me dije bueno el viaje estaba planeado en un 85% entonces con esa noticia la decision se completó ya estaba la razón más lógica --porque del todo no quería regresar, ese era el 15%-- para emprender el viaje, eso justificaría con los demás mi regreso. La decisión ya tomada en unas horas y en menos de una semana me dió permiso para anunciar y disparar a diestra y siniestra la noticia de mi ida de esa ciudad conocida y de regreso a mi rutinaria vida. Avisé a familiares, logicamente entre ellos mis padres, mis amigos y algunos nuevos amigos.

Había, porfín, tomado físico para correr tramos grandes --en serio, ya quería tener nociones de maratonista--, pero después del segundo día, con la decisión puesta, comencé con los tradicionales quehaceres del viaje (los quehaceres previajeros). Esto causó que se frusten mis intenciones casi atléticos de formar un ilusionado por ser deportista olímpico. Sin embargo, las invitaciones a las casas de los familiares, en la semana previa a mi viaje de vuelta, no pararon porque creo que visité a muchos y faltaron sólo dos --contabilizando--.

Luego de tantas últimas visitas --últimos almuerzos, lonches y trasnoches-- me dedique a buscar los equipajes que uno recoje o compra por las calles, para llevar a los conocidos, y que algunos esperan en medio de sus bromas. Algunos recuerdos comestibles, otros usables y tan solamente de adorno, inservibles que solo sirven para mostrar. Se compran de a unos, se compran de a muchos. Asi me pase mis ultimos días antes del viaje, caminando por las veredas y tiendas buscando...

Sí, buscando como en las noches lugares para mi comodidad, sentencias que me digan pretextos para regresar, novedades que me impidan instalar mi silencio y mi voz en un lugar que me hace olvidar la bulla, un lugar que me da de comer en memorias de actualidad. Buscando, etiquetas para regresar olvidando. Olvidar donde estoy y a donde debo de llegar en mi regreso. Regreso olvidando lo que pasé, olvidando que debo odiar, querer y amar lo que dejé, lo que dejo.

Llego el día de partir, no tuve una mala noche como otros fines de semana, a pesar de haberme tomado alguna cerveza. En la mañana aliste mi ropa, las ordené las metí en mi mochila --porque no tengo maleta-- metí algunas cosas que escondí por allá, las saqué a la luz. Metí mi infaltable mp3, descargué algunas fotos de mi sobrina --sí ya soy tío, por parte de mi primo--. Luego busqué cajas para guardar y si pudiera también guardar lo que busco ser para cuando me necesitara ya saber donde encontrarme.

Ya a la hora de partir no pasó mucho drama. Era lo que menos quería mi estado de animo, lo que menos quería era una despedida dramática. Solo quería un simple chau. Con unas últimas visitas familiares, ya estaba preparado para tomar mis cosas y emprender mi regreso con falsas ancias de volver. Tomadas mis cosas y ya en el bus solo dejé pasar el tiempo para partir...

[una canción que no sé si vale la pena repetir y la otra que me gusta][pessss]



martes, 9 de marzo de 2010

Cristales opacos.

Los cristales están opacados, a mi regreso esa ventana de mis deseos, mis miradas al panorama extrañable, mis búsquedas a las más cursis de sus presencias... con sus cristales opacados. Es así mi alma en la alegría, en mi tristeza y en mis largas noches sin poder dormir, así para olvidarme del sueño, para vendar los opacos cristales que la noche oculta. Acompañan a los testigos de mis ilusiones por la ventana. Acompañan a los cristales de mis frustraciones, y todas mis emociones englobadas a una cosa, a una vista: la calle de sus pasos y de que alguna vez negue ver su mirada.

Una bolsa también acompaña mi escritorio que se va llenando de libros incompletos porque no los termino de leer. Una bolsa de basura al lado de la mesa que me sirve para todo: dejar mi ropa, mi poema de cáscaras, los globos de agua que no use porque me aburren, los apuntes que había olvidado y las botellas de agua que no sé para que guardo. Unas bolsas al lado de la mesa que también es mi escritorio. Escurridizas en el viento de la calle que no entra por la puerta, sino por la ventana de cristales opacos que dejan pasar pocos haces de luz para iluminar las bolsas opacas y casi casi coloridas.

Una caja de carton viejo, no lleva piedras, pero aún así pesa. Quizá lo sean, porque son boletines y compendios que no han sido abiertos en muchos años: a punto de fosilizarse. Una caja que contempla la ventana de vidrios opacos. Una caja, testigo de que la bolsa acompaña a la mesa. Un archivero de fósiles de papel periódico y bond que quizá algún día serán carbón. Una caja que espera servir de algo. que sirve para guarar y hasta patear... de pura casualidad.


Mi único mirador de su panorama
con cristales opacos,
aunque los cristales sean invisibles,
el panorama es pardo.
Mi visión de las bolsas que veo
el panorama solo es un barranco,
panorama incompleto
con o sin cristales opacos.

La caja testigo borra el deseo
de dar, hacia mi vetana, pasos.
Los pasos acompañantes del techo...
no son mas que de gatos.
Las caja perdió sus poemas
guardó todos sin, de los poemas, sus rastros.
El olvido del panorama
su camino arrastro.

[Creo que estoy recayendo a la "celudependencia"][Con fuerza debo luchar contra ese defecto]